23 de junio de 2010

Del monte en la ladera

Tengo desde hace semanas un proyecto entre manos del que no podía hablar por aquello de esperar un tiempo produncial para anunciarlo, ya sabéis, para asegurarnos primero de que todo está bien.

¡Me ha nacido un tomate! Bueno, más bien, una planta de tomate.


Es una de esas cosas que llevaba un tiempo queriendo hacer pero para la que no había encontrado ocasión. Cuando trabajaba en Diario La Rioja, dejé a medias un reportaje sobre la moda de plantar huertos urbanos en casa. Ya sabéis, locos amantes de las verduras orgánicas, admiradores de la vida sencilla o de la jardinería o gente que toda la vida ha deseado tener un huerto sin poder hacerlo y que ahora cultiva lechugas en la terraza de su casa. Si os interesa el tema, podéis encontrar información aquí, aquí y aquí, aunque la blogosfera está llena de ejemplos.

El caso es que después de investigar mucho sobre el tema decidí llevarlo a la práctica. Entonces mi padre me informó de que la orientación de nuestro jardincito de Logroño (Sureste) no era la adecuada porque las plantas no recibirían las horas necesarias de sol. Así que aparqué el proyecto hasta este año. En nuestra casa de Segovia tenemos un balcón que recibe muchas horas de sol, cuando sale el sol, claro, que estamos en Segovia y pensé que la cosa podría salirme bien esta vez.

También me animó el hecho de que allá por el mes de enero mi amiga Fátima me regalara una planta para el salón y llegado marzo aún no la hubiera matado y pensé, bueno, tampoco es tan difícil, ¿no?

En un tienda de bricolaje compré un par de macetas grandes y un saco pequeño de compost (ahora no se llama tierra, se llama compost, no me preguntéis la diferencia. Supongo que será cosa de nutrientes). Cuando llegó la temporada, mi supermercado alemán favorito intaló su expositor de semillas de cada año y me hice con un par de sobres: decidí empezar por unas cebollas, uno tomates de racimo y unos tomates cherry. También compré un sobre con semillas de una planta que no tengo ni idea de cómo se llama pero que tenía unas flores moradas muy bonitas en la foto del sobre. Esas semillas me han funcionado estupendamente y la planta en cuestión tiene ahora mismo este aspecto.

No está mal, ¿eh? Aún no hay rastro de las flores moradas pero tengo muchas esperanzas de que empiecen a salir de un momento a otro.

Bueno, sigamos con el tema tomate. Lo primero que plante fueron unas cebollas que consiguieron germinar pero no desarrollarse; después de un par de semanas los tallos empezaron a perder vida y no pude hacer nada para salvarlas. A día de hoy no sé cuál fue el problema pero el caso es que no voy a volver a plantar cebollas en macetas. Este fracaso me desanimó lo suficiente como para olvidarme de las semillas de tomate hasta que retomé la idea a mediados de abril.

Rellené la maceta de tierra y hundí con el dedo un par de semillas de tomate. Regué cada tres o cuatro días y esperé con paciencia hasta que hace como cosa de tres semanas descubrí un pequeño brote. Sólo ha salido una planta aunque planté varias semillas. Misterios.

En fin, que el brote ha ido creciendo y ya tiene una altura de unos diez cm. Como planté las semillas un poco tarde (hay que hacerlo a principios de marzo, según tengo entendido), no sé si llegaré a tener muchos tomates este verano pero en cualquier caso, si consigo que la planta sobreviva y me dé al menos un tomate chiquitín, me daré con un canto en los dientes.



Como podéis ver, a nuestro perro, Puskas, le encantan las plantas. ¿Serán por sus raíces inglesas?


Por cierto, ruego un minuto de silencio por el alma de esta planta, que nos dejó hace ya unos meses. (A ésta sí que me la cargué yo, jejeje)

Y si no, siempre me quedará el estupendo huerto que tienen los padres de mi futuro en Villamediana. Allí, además del pertinente viñedo, tienen, según temporada, alcachofas, brócoli, coles de bruselas, calabazas y ya entrados en el verano, pimientos rojos y verde, unos tomates gordos gordos feos feos y dulces dulces que están de miedo, calabacines y un largo etcétera.


Alcachofas



Cebollas


y la viña


El perrazo guardian viene incluido. ¿No me digáis que no tienen gracia la cara de Javi y la cara de Puskas en su primer encuentro con Pancho, el mastín de 80 kilos que cuida de la finca?

En fin, ¿qué os parece mi intentona? ¿Se os ha pasado por la cabeza hacer algo parecido alguna vez? ¿La jardinería no es lo vuestro?

6 comentarios:

  1. No es lo mío... Mi cactus Pepe ha muerto..., el domingo me deshice del cuerpo... RIP
    MUAK!!

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  2. Fantástico tu tomate, y de la huerta ue quieres que te diga, me parece una maravilla

    Besos. Ana

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  3. Yo de tomates no entiendo, pero creo que el titulito ese de arriba de 'Cocina para urbanitas' tiene demasiado track.

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  4. jajajaja, José Ángel, muy bueno. De todas formas, si le preguntas a Roberto te dirá que de track anda bien, es un maestro del -11!!jajaja

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  5. Otra que se ha apuntado a los tomatitos caseros jejejeje.
    Besos deesde Deleitarioja

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  6. Begoña, me encanta tu blog. Además ¡me van a venir genial tus recetas!... están muy bien explicadas y "parecen" asequibles -espero-. Ya te iré contando. Un abrazo.

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